miércoles, 8 de julio de 2009

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Temeroso de que me escucharan abrí la puerta de mi habitación y me acosté sin encender la luz. Al día siguiente muy temprano me levanté, encontré a Juan en el jardín y le dije que había recibido un llamado de mi socio que quería hablar conmigo. De esa forma me fui para evitar ver a Vero pues no sabía como iba a ser mi reacción al verla. Pensé que la mejor forma de tranquilizar mis impulsos sería dedicarme a algo que mantuviera mi mente ocupada, de forma que fui a la oficina donde tenía algunos informes que terminar para el lunes, de paso si Juan me llamaba por algo me encontraría trabajando lo que daría consistencia a la excusa que le di para irme de su casa tan rápidamente.

A las cinco de la tarde decidí ir a casa pues el día se había vuelto frío y comenzaron a caer unas gotas de lluvia, quería estar en mi hogar antes de que la lluvia fuera torrencial. Cuando me dispongo a salir suena el timbre de la puerta de entrada, atiendo y para mi sorpresa escucho que dicen.

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- ¡Debes estar loco si piensas que voy a dejar que me metas ese tronco en el culo!, date por satisfecho que te dejé metérmela en la concha. - Pero linda, voy a tener cuidado, primero te lubrico bien y luego te la pongo muy despacio. Replicó él.- Estás loco, completamente loco, ni se te ocurra. - Sólo la cabeza, ¡por favor!, Tenés un culo tan lindo. - En otra oportunidad trataré de intentarlo, ahora no, si querés te la chupo para que puedas acabar en mi boca.

Resignado él se pone boca arriba nuevamente y Vero se aplica a darle una mamada espectacular hasta que el tipo explota entre sacudidas y gruñidos sordos.Yo estaba en una mezcla de asombro incredulidad y calentura que no había experimentado antes. No podía creer que Vero la que yo tenía por tímida e inocente haya protagonizado lo que acababa de ver. Comencé a alejarme despacio de la ventana y en mi turbación tropecé con unas herramientas de jardín que hicieron mucho ruido.

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La enorme pija comenzó a salir despacio, brillante por la lubricación de la concha de Vero.

- Acostáte de espalda que yo te monto dijo Vero.

Él se acostó y sostuvo con su mano el miembro erecto que apuntaba directo al techo, Vero se subió a horcajadas, se acomodó la verga en la entrada y comenzó a bajar clavándose despacio. Gemía y se agitaba, meneaba las caderas adelante y atrás facilitando que el enorme miembro fuera entrando.

Cuando todo lo que Vero pudo aguantar estuvo ya dentro de ella, se reclinó levemente hacia atrás y comenzó a masajear su clítoris con sus dedos. No tardó en sacudirse en un violento orgasmo y luego se inclinó hacia adelante permaneciendo acostada sobre el pecho de él. El tipo permaneció quieto y luego se volcó de costado y le dijo algo al oído a Vero. No escuché que fue pero pude imaginarlo por el brinco que ella pegó. Permaneció un momento mirándolo muy seria y luego le dijo.

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El tipo empujó otro poco y la pija entró hasta la mitad.

-¡Aaaahhh!… hijo de puta, ¡qué verga tenés!, mandámela despacito que me partís. - Quedáte quieta que te entra bien, decía él.

Empujó nuevamente y más pija entró en la conchita que ya se estiraba.

- Ahh; Ahhh; Ahhh; Ayyy!!, Gemía y jadeaba Vero que poco podía hacer más que aguantar las embestidas por la posición en que se encontraba. - Sacámela, sacámela ahora, no la aguanto, me está tocando fondo.

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Vero se hallaba acostada de espaldas sobre una de las camas, tenía las piernas levantadas y apoyadas sobre los hombros de un hombre que intentaba penetrarla con una descomunal verga. Cuando me asomé la retiraba de la concha de Vero para luego humedecer con saliva la cabeza y la entrada de la conchita.

Era un miembro que impresionaba al verlo, largo y grueso con las venas muy marcadas. El tipo se la tomaba con toda la mano y le sobraba pija por delante y detrás, se la pajeaba despacio mientras miraba la entrepierna de Vero. Apoyó nuevamente la cabeza de la verga en la entrada y separó con los dedos de la mano derecha los labios de la concha y luego empujó la verga cuya cabeza desapareció entre los pliegues rosados.

- ¡Aaaaaayyy…!, despacio bruto, gimió Vero.

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Para ir hasta mi alojamiento se transpone la entrada a la casa principal, que es la primera desde el portón de acceso y donde alojan Juan, su esposa y Vero, luego hay que pasar un amplio patio donde está la pileta para luego tomar hacia la izquierda en una bifurcación de un sendero de ripio. A la derecha queda una especie de cabaña de madera que también sirve como alojamiento cuando son muchos los invitados y que entonces estaba desocupada. Por las distancias entre cada construcción y debido a la entrada independiente existe intimidad para los que viven en cada una de las construcciones.

Al aproximarme a mi alojamiento vi que había luz en la cabaña, pensé que podrían haber ladrones o tal vez la luz quedó encendida al irnos pues esa ventana no se ve desde la casa principal ni desde la entrada. Me acerqué con cuidado pero a medio camino escuché fuertes gemidos que venían desde la cabaña. Me paralicé un momento hasta que percibí que eran gemidos de una mujer. Con cautela llegué hasta la ventana y les aseguro que no estaba preparado para lo que vi.

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Por la noche Juan propuso ir a cenar afuera a un lugar donde servían un fantástico asado criollo y que tiene además una muy buena bodega. Al final fuimos solamente Juan, Ana su esposa y yo pues Vero tenía planes con unas amigas que pasarían por ella. Me tranquilicé ya que por lo menos podría disfrutar de la cena sin tener que estar en esa sensación de turbación que me ocasionaba la presencia de Vero.

Disfrutamos de una excelente comida y a los postres Ana dijo que le gustaría ir a algún lugar a tomar unos tragos y continuar la velada de la noche de sábado. Me pareció que interfería en algún plan de la pareja y consideré que mejor sería no acompañarlos de modo que di una excusa cualquiera y regresé a la casa en un taxi dispuesto a acostarme temprano. Llegué a la casa cerca de medianoche, la luz del patio estaba encendida y no se veía signos de que Vero haya regresado ya.