Ya me había hartado de que me comparara con mi primo, estaba tan molesto que le di una nalgada que le arrancó un gemido, luego otra, y otra, al final estaba azotándola, para que aprendiera a respetarme, debía tener un castigo por portarse mal.
- Me gusta que me pegues Daniel, hazlo, me porté mal, castígame. - Fuiste mala y eso merece un castigo - Sí, lo merezco, nalguéame más, haz que me arrepienta.
Después de un rato de estimulante sadomasoquismo, sus lindas y duras nalguitas estaban enrojecidas por mis nalgadas, ya yo estaba demasiado excitado y Samantha también, ella misma separó sus nalgas para darle entrada a mi pija que estaba tan dura como nunca antes. Apunté hacia la entrada y la fui introduciendo, al entrar la cabecita le tapé la boca para que no gritara, luego poco a poco se la fui clavando. Estaba tan estrecho y caliente que me sentía en el cielo, por fin le cupo todo, ella comenzó a moverse, me di cuenta que con ella no había que tener consideración y comencé a metérsela y sacársela, después de un ratito ya no había roce, estaba lubricado y comencé a cabalgarla de nuevo.
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