Volvió a besarme, lo hacía tan rico, succionaba mi lengua mientras la masajeaba con la suya, que volví a perder el control, la recosté de la pared y comenzamos a meternos mano, su suave olor, su pasión, sus bellos ojos, todo me volvía loco por ella, me dejé llevar y ahora era yo el que la besaba, mientras deslizaba mis ansiosas manos bajo su faldita.
Me fue llevando hacia el cuarto de lavandería, allí nos encerramos y dimos rienda suelta a la pasión, la monté en la secadora y le subí la blusita y comencé a mamar esos deliciosos senos, ella estaba excitadísima, me rasguñaba la espalda, me tomó por los cabellos y volvió a besarme, yo comencé a lamerle el cuello, ella chupaba mis pezones y mi pecho. Ya tenía el miembro durísimo, hasta levantaba mi pantalón, comencé a agarrármelo, mientras chupaba mi cuello y me mordía la oreja, metí mi otra mano bajo su falda y sentí que ya estaba mojada, le subí la faldita y le halé el pequeño hilo blanco que llevaba, comencé a olerlo, su aroma íntimo me enloquecía, tenía la conchita rasurada y rosadita, tan exquisita como siempre me la había imaginado.
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